Luli Díaz es hermana de Mirta Díaz de Ayala.
Luli Díaz es una Madre de Plaza de Mayo de Viedma.
Luli tiene desaparecido a su primer marido, Haroldo Carlos Logiuratto, a quien secuestran con Liliana Galletti. El padre de ésta es aquel padre de La Plata que se suicida en el 84, a poco de asumir Alfonsín, cuando se pierden las esperanzas de rescatar los desaparecidos con vida. Luli Díaz también tiene un hijo desaparecido, se trata de Fabián Haroldo Logiuratto, desparecido en La Plata a los 16 años. Por otro lado, Mirta Díaz, la hermana de Luli, es la esposa de Héctor Juan Ayala, el Beto Ayala, uno de los privilegiados de las épocas primigenias del Kirchnerismo, porque compartió la fundación de la agrupación universitaria FURN (Federación Universitaria para la Reconstrucción Nacional), agrupación Universitaria en la que militaba Néstor Kirchner. El Negro Ayala, por otro lado, era el que proveía la comida del comedor universitario, teniendo como clientes, entre otros, a Carlos Kunkel, el “Pampa” Alvaro, y Néstor Kirchner. Eso figura, recordado por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el libro de reciente aparición escrito por Sandra Russo, La Presidenta.
Luli Díaz, entonces, es cuñada del Negro Ayala. Otra característica del Negro Ayala es haber sido secuestrado en Viedma en 1976, junto con Bachi Chironi, Oscar Meilán, Mario Rodolfo Juan Crespo, Vilma Rial de Meilán, y otros. Todos fueron salvados por el Obispo Miguel Esteban Hesayne, quien se plantó ante el Quinto Cuerpo en aquel momento y dijo: “hasta que no reconozcan la detención de Bachi Chironi y sus compañeros, no me voy de la puerta del cuartel”. Al otro día, salían del CCD (Centro Clandestino de Detención) denominado “La Escuelita”, todos los secuestrados del grupo y eran reconocidos como “presos blanqueados” en el Penal de villa Floresta. Habían pasado más de veinte días y enormes torturas.
Todo esto hay que conocer y ubicar en su contexto para entender el gesto del Gobernador Soria, cuando dijo “Luli, subí”. Fue el golpe de gracia en el acto celebrado esta noche en el estadio del club Sol de Mayo en Viedma. El momento en que invitó a una Madre de Pañuelo Blanco en la cabeza a subir al escenario.
El gobernador Carlos Soria se mostró medido en todos sus gestos y palabras. Recitó un Credo nuevo, que dejaba en claro identidades, con respecto a su “ideario”. No pasó desapercibido que primero afirmó: “Creo en mi convicción de realizar un buen gobierno”, que luego fue ampliando a reconocer toda la herencia del Peronismo, en primer lugar recordando los mártires que brindó el movimiento a la causa nacional. En segundo lugar reconociéndose implementador en la provincia del gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Lo habían precedido en la palabra el presidente de la Federación Argentina de Municipios, Julio Pereyra, cuyo poderoso rol ya fuera comentado en otra columna, y el Senador nacional Miguel Pichetto, quien resaltó que desde el proyecto nacional encabezado por la Presidenta Cristina, “te vamos a apoyar fuertemente”, “vamos a trabajar codo a codo”.
Carlos Soria no dejó nada librado al azar, como ir nombrando a cada uno de los integrantes del escenario, en que estaban todos los intendentes, que fueron nombrados uno a uno, y los legisladores, que también fueron nombrados uno por uno. Si nada fue librado al azar, la nominación de Luli para que subiera, debe haber sido un acto meditado. De ahí, entonces su importancia. Los desaparecidos, es sabido, no pueden ser nombrados en vano. Si se los convoca hay que atenerse a las consecuencias. Serán los númenes que deberían guiar los pasos de todo el gabinete, que uno a uno también fueron nombrados y compartieron el palco.
El correr de los días, será testigo.
Entretanto, pudo observarse al cuasi exgobernador Miguel Saiz, desentrazado, pasar la tarde limpiando un automóvil antiguo que tiene en la residencia oficial. Ignorante del mundo y sus afanes, en otra dimensión. Enajenado. Eso le cuesta mucho a la provincia, pero parece que no hay plena conciencia de ello.
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